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Héctor Javier Beltrán Salva

Por Alonso Yáñez

Cuenta Héctor Javier Beltrán Salva, originario de Tijuana, que luego de cada ocasión que mantuvo relaciones sexuales sin protección se preguntaba solo en casa: “¿Piensas que vas a salir infectado? ¿Qué piensas que vas a ganar con esto?”

A sus 35 años, Beltrán Salva sufre ahora las consecuencias de un pasado lleno de drogas y promiscuidad. Aunque comenta que siempre creyó que se iba a contagiar de VIH, nunca esperó terminar padeciendo hepatitis C y tuberculosis, además de los problemas del hígado que lo aquejan causados por el exceso de alcohol y la medicina que toma.
           

Ahora, se desempeña como encargado de medicina en de la Casa Hogar Las Memorias. Aparte de llevar a sus compañeros al doctor, asearlos y cambiarlos cuando lo necesitan, desde hace dos meses está ayudando al enfermero a administrar la medicina a los pacientes. El único enfermero del lugar sólo le indica los medicamentos para cada paciente y sus horas de suministración, y él se encarga de ordenar la medicina en sus respectivos pastilleros.

“Ahorita estoy en lo de la medicina ayudando a otra gente que ha llegado como yo”, dijo. “Hago cosas que nunca me han gustado, como cambiar un pañal cuando una persona se hace… Lo hago de corazón, no porque me manden. Lo hago porque me di cuenta cuando llegué, cómo los compañeros que andaban bien ayudaban a otros a bañarse o cambiarse. Todo eso se te mete en la cabeza. Ayudar a la casa me nace. Y todo lo que me pidan y que yo lo pueda hacer, lo voy a hacer con mucho gusto”.
           

A pesar de estar contagiado de tres enfermedades que son incurables, Beltrán no ha dejado que esto lo deprima. Él, un hombre que mide aproximadamente 1.75 metros, llegó muy débil hace un año al albergue, pesando sólo 38 kilogramos. Luego de ver la manera en la que los pacientes eran cuidados en el albergue, fue recuperándose de su demacrado estado, sin duda ayudado por el apoyo moral de los demás compañeros.

“Nunca me fui para abajo”, comentó. “Aquí los compañeros nos dan apoyo… Estoy aquí a gusto y quiero seguir ayudando en lo que pueda, pero sé que debo volver a hacer mi vida, compartir con mis amigos y volver a trabajar”.

Desde que fue diagnosticado con VIH, Beltrán dice que no ha vuelto a tener relaciones sexuales con nadie. Antes, él vivía con su mujer e hija, de quienes se separó por estar metido en el tráfico de drogas. Cuenta que su mujer le reclamaba por estar vendiendo droga, hasta que una vez le dijo: “Un día no me vas a encontrar”. Poco después, cuando regresó a casa una tarde, no encontró las pertenencias ni de su mujer ni de su pequeña hija.

Aunque dice estar enamorado actualmente de su amiga Teresa, sigue dudando si podrá mantener una relación con ella, ya que no sabe que él es seropositivo.
“No quisiera vivir solo los años que Dios me va a dar de vida”, dijo.

A diferencia de su ex mujer, la familia de Beltrán nunca lo abandonó. Después de la muerte de su madre, hace dos años, los únicos familiares que le quedan son una tía y unos primos. Ellos siempre han ofrecido su apoyo económico y moral cuando lo necesita.

“Nada cambió con la familia”, dijo sobre sus parientes. “Desde que estuve hospitalizado me fueron a visitar. Me ayudan económicamente y con ropa…Yo trato de no molestarlos tampoco, pero cuento con la ayuda de ellos”.

Hoy, mucho más maduro e informado sobre sus enfermedades, decidió cambiar de estilo de vida. Dejo atrás los bares, la cocaína y las prostitutas para poder vivir una vida de mejor calidad. Desde que se recuperó, ha ido un par de veces a las peleas de box con sus amigos, y ni se le antoja probar una de las cervezas que ellos toman.

“Trato de hacer mi vida normal otra vez y seguir adelante”, dijo sobre esta nueva etapa. “Ellos están tomando cerveza y gracias a Dios no me ofrecen. No la tomaría. No me han dado ganas, no se me antoja. Eso es lo que yo quiero. Enfrentar retos. El decir, que primero está la salud. Eso es lo más importante”.

Por ahora planea quedarse un tiempo más en el albergue, ayudando a sus compañeros. Este cinco de mayo va a haber una celebración en el albergue por los pacientes que cumplen años internados ahí. En ella, Beltrán celebrará su primer año en “Las Memorias” y dará su testimonio sobre lo que la casa le ha dado y como lo han tratado. Dejar el albergue es una meta cercana para él, que cree que es importante que los infectados de sida sepan que se puede ser seropositivo e igual salir adelante, aprovechando el tiempo que les queda en el mundo.

“Aquí poco a poco vamos conociendo lo que es el amor”, reflexionó. “Muchos de nosotros no tuvimos amor de padre o madre. Hay compañeros que se han hecho solos en la calle… Aquí he conocido amor y el apoyo de las personas”.