Pagina Principal Historias Galeria Fotografica Noticias del Valle Blogs
 

Rosa Vargas Ramos dice que los sueños pueden realizarse

Por Marlene Pantaleón

Las mesas de la cafetería del Sierra Center se llenan rápido.

Muchas veces los trabajadores de limpieza no alcanzan a reservar mesa para su descanso, por lo que algunos dejan las cajas de sus almuerzo en la mesa para guardar el lugar.

Al lado de una caja roja de almuerzo está Rosa Vargas Ramos, trabajadora de limpieza de la cafetería de Sierra Center en CSUN, comiendo su almuerzo durante el descanso. 

Vargas, oriunda de Michoacán, México, trabaja de lunes a viernes limpiando la cafetería de Sierra Center en CSUN. Ella, como muchos otros inmigrantes, ha cruzado la frontera varias veces, y considera que la primera vez que vino a EE.UU fue la más difícil ya que tuvo que seguir al “coyote” sin zapatos.

“Cuando uno viene de otro país, uno siempre desea continuar nuestra educación y hacer algo de nosotros mismos”, comentó Vargas, quien llegó a los EE.UU por primera vez cuando tenía 14 años.

Sin embargo, Vargas encontró lo opuesto al llegar. Se dio cuenta que su tía la trajo de México para que le ayudara con los deberes de la casa y no para enviarla a la escuela.

“Mi único arrepentimiento es no quedarme en la escuela”, Vargas dijo. “Mi tía me sacó de la escuela tres veces para ayudarle con todo lo de la casa”.

Vargas agradece a su tía por traerla a los EE.UU., pero nunca olvidará lo que le hizo. Hasta ahora Vargas se pone a pensar cómo sería su vida si se hubiera quedado en la escuela, pero esa es una respuesta que nunca podrá responder.

Aunque sólo tiene seis meses trabajado en CSUN, muchas de sus compañeras han podido conocerla y dicen que es muy trabajadora y amable.

“Rosa es trabajadora, siempre está buscando algo qué hacer”, dijo Rosario Tejada, su compañera de trabajo. “Es muy amable con los estudiantes”.

Desafortunadamente, hay algunos estudiantes y profesores que no le dan a Vargas, y los demás trabajadores de limpieza, el respeto que se merecen.

 “Unos estudiantes nos miran y tal vez piensan que no estudiamos porque estamos aquí de limpiadoras”, señaló Vargas sobre la mala actitud de algunos estudiantes. “No me enojo con ellos, me da lástima por ellos, porque ellos no han sufrido lo que uno ha sufrido y no saben lo que es sufrir”.

“Sin los estudiantes no hay trabajo, pero sólo por eso no nos tienen que ver de menos” agregó.

Actualmente, Vargas sueña con ver a sus hijas graduándose de la universidad y con abrir un salón de belleza. Ella dice que cree en sueños y sabe que si trabaja duro, logrará sus metas. 

“Mi mamá nos dice cómo fue su experiencia y lo duro que fue para ella cruzar la frontera de México” dijo Ceida Vargas, hija mayor de Vargas. “Estamos muy orgullosa de ella”.

Vargas y su familia pasan todos los domingos juntos, ya que ese es el único día que ella puede dedicarles por completo a sus hijas. Los domingos, luego de ir a misa por las mañanas, ella lleva a sus hijas a comer y de compras.

“Ese es el tiempo que puedo platicar con mis hijas, que me digan todo, como mamá y como amiga”, indicó Vargas, quien además trabaja cuidando a una señora discapacitada dos días a la semana, incluyendo los sábados.

Vargas siempre aprovecha los momentos con sus hijas para contarles historias sobre su infancia en México y lo difícil que fue su viaje hacia EE.UU, pero también para recordarles que el esfuerzo siempre da frutos.

“Los sueños se pueden hacer realidad”, Vargas concluyó.

woman sitting and looking at camera
Nelson Lemus/ El Nuevo Sol
Rosa Vargas es una inmigrante mexicana que trabaja como parte del equipo de limpieza de Sierra Center.